domingo, 30 de noviembre de 2008

Feeling

El libro de nuestra vida se va escribiendo con pequeñas y grandes cosas, páginas en blanco que se van llenando de historias inconclusas en la mayoría de los casos.

La historia que hoy relato, ocurrió en una ciudad invisible, en un escenario de sueños tan surrealistas como hermosos.
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Feeling vivía tranquila y ajena al giro que su vida sentimental iba a dar. Era confiada y actuaba a impulsos que le dictaban sus sueños de conocer caminos llenos de embrujo.

Hacía días que amordazaba una ilusión, cerraba puertas y ventanas con sumo cuidado para que no escapase, pero… la ilusión voló más rápido que la razón, y escapó hacía la voz que la atraía.

Feeling voló tras ella por el espacio infinito, de repente divisó unos colores en tonos amarillos y rojos, se introdujo en ellos y al contacto, una fuerte explosión la sacudió y transformó a Feeling en pura energía. Comenzó a sentirse fuerte y poderosa, comenzó a construir historias bellísimas en las que fueron apareciendo personajes que fue bautizando según el estado físico-emocional que presentaban.
De entre todos ellos destacaba uno de color intenso que nuestra amiga Feeling bautizó con el nombre de Red.

Feeling disfrutó con ellos mezclando colores, se dejaron llevar por sus emociones y viajaron por lugares de ensueño, el color y la fantasía dibujaba escenarios donde nuestros personajes se recreaban con placer.

Feeling y Red se hicieron inseparables, Feeling entregó toda su emoción a Red, y este
impregnó a Feeling de un atrevido color rojo-naranja.

Viajaron a velocidad centrífuga, inmersos en una inmensa bola de fuego, partían el espacio con fuertes explosiones, incansables, imparables.

De repente, notaron que el color fue perdiendo intensidad a medida que la bola iba perdiendo su fuerza.

Poco a poco, empezaron a mezclarse otros colores azules y verdes que la fueron debilitando hasta convertir el paisaje en un inmenso espacio de total blancura donde, sus personajes iban desapareciendo en forma de grandes bloques de hielo flotando por el espacio.

Nuestra amiga miraba la mano de Red que le decía adiós, mientras se desdibujaba en uno de aquellos bloques helados.

Feeling, desconcertada, retrocedió hasta su humilde lugar, había vivido un sueño del que había salido apresurada para no convertirse en un frío e insignificante cubito de hielo.

Nuestra amiga suspiraba y languidecía, no olvidaba a Red y cuanto había vivido, y buscaba consuelo dando largos paseos por el campo y dibujando paisajes que le recordaban su escapada espacial.

En lo más profundo albergaba la ilusión de ver un día aparecer los tonos rojos y amarillos. Se sentaba a escribir sus emociones y compartía sus experiencias con aquel entorno natural.

Un día que Feeling paseaba, descubrió una roca que antes no se había percatado de su existencia, la bordeó y descubrió que tenía una ranura. Nuestra amiga miró a través de ella y descubrió que la roca estaba hueca y dentro se percibía unos ojos fríos y burlones que helaban la sangre. Sintió tristeza y pensó la manera de hacer que aquellos ojos cambiasen y mirasen de forma humana, tarea imposible, no se podía comunicar con ellos, la ranura apenas tenía un centímetro.

Feeling cada día encaminaba sus pasos hacia la recién descubierta roca, se sentaba a escribir y sus historias cada vez tenían más alma, entre sus personajes siempre aparecía el nombre de Red.

Feeling escribió una historia donde una joven se divertía bailando y disfrutando de una noche que se presentaba como tantas otras… pero un hombre apareció y juntos bailaron hermosas baladas, no se despidieron hasta que el sol hizo su aparición.

Muchas noches siguieron a aquella, ambos eran jóvenes y se sentían felices juntos, pero siempre amparados y resguardados de la luz. Feeling no tenía pereza en acudir a la llamada de Red (así lo bautizó) a cualquier hora de la noche, se encontraba a gusto en aquel precioso estudio, donde la chimenea que adornaba el salón se ponía en funcionamiento mientras, sobre la alfombra, Feeling y Red jugaban y disfrutaban de su calor.

Nunca se dijeron si entre los dos, había amor ó amistad, ó todo junto, ó más allá, pero lo cierto es que la escena se repetía año tras año.

Cierto día notaron que el ambiente se hacia tibio, Feeling salió, y al llegar al recibidor sintió que detrás de la puerta quedaban unas imágenes para el recuerdo, recogió un pendiente que había quedado en el suelo y salió.

Sin despedirse se fueron distanciando. Feeling recordaba a Red con cariño y sentía una admiración por él sin límites, cada año en la era de Acuario, Feeling tenía unas palabras de felicitación para Red a las cuales no tenía respuesta, ni la esperaba.

Feeling terminó de escribir y se dispuso a marchar, al pasar junto a la roca, miró por la rendija, impulsivamente metió el folio escrito en ella, se despidió con un ¡hasta mañana!

Cada día la historia se repetía, Feeling escribía historias desde el corazón y las introducía en aquel improvisado buzón.

Feeling miraba el interior de la roca y creía notar que los ojos eran menos fríos, la risa burlona había desaparecido para pasar a ser casi una sonrisa, los bautizó con el nombre de Red.

Aquel día Feeling acercó su cara a la roca y, junto a la ranura, fue hablando desde el corazón, sin dejar de mirar a los ojos.
… Querido Red, dicen que el amor mueve montañas, amansa a las fieras ¿Por qué no moldear a las rocas?

Feeling notó que una légrima salía de aquellos ojos sin rostro.

… Si eres capaz de reír y llorar, es que en algún rincón de tus entrañas tienes un corazón, un alma que escondes tras esta apariencia de roca, en la vida tenemos algo más que ese sentimiento frío e insensible en el que te proteges, deja hablar a tu corazón igual que has dejado hablar a tus ojos. Algo grave escondes tras esa coraza de piedra, muéstrame tu alma de la misma manera que yo he escrito mis sentimientos.

En un momento en que nuestra amiga acariciaba la roca, el bolígrafo escapó de las manos y fue a meterse dentro de la ranura. No importaba este día estaba contando su historia con su voz. Se despidió con un beso a su querida roca, y sintió que esta había dejado de ser fría.

De regreso, Feeling miraba la puesta de sol y le recordó su viaje espacial, los tonos rojos y naranja se hacían más fuertes, finalmente el sol se ocultó y Feeling pensó que al día siguiente volvería a verlos.

Con impaciencia Feeling esperó el alba, quería ver los ojos de Red y seguir escribiendo historias junto a su roca.

Al llegar vio que, en el suelo, había uno de sus folios escritos, era raro ella los había introducido por la ranura, lo recogió y con sorpresa vio que en los espacios en blanco estaban escritas unas palabras que no eran suyas.

Decían así.

Los golpes recibidos me han recluido en este agujero del que no puedo escapar, muchas historias están encerradas conmigo, de todas ellas quiero rescatar nuestro viaje espacial ¡ayúdame!

Feeling corrió a mirar por la ranura, los ojos estaban expectantes, Feeling puso las yemas de sus dedos en la ranura con un acto reflejo de agrandar el espacio, sintió que la roca se desmoronaba, miró el resplandor del alba, el sol estaba a punto de aparecer los colores rojos y amarillos se hacían más fuertes, siguió presionando con los dedos la roca, sintió que otros dedos tocaban los suyos, miró el sol.

Una fuerte explosión la envolvió al tiempo que la roca se partía en dos. Feeling y Red salían disparados confundiéndose con los colores del alba.


Feeling se despertó, en sus dedos tenía la sensación de una mano que los sujetaba, se llevó la mano al corazón y permaneció largo rato recordando, soñando.
Isabel

El gallo de Rello



Hoy mis amigas- hermanas, me han hecho un regalo con fotografías de colores, sonidos y sabores especiales, con sabores a pueblo, a leña quemada, al humo que saliendo por la chimenea nos anuncia que en la casa, sus gentes empiezan la jornada con el café de malta y leche migada, los torreznillos con el huevo frito recién puesto de las gallinas que nos salen al paso por las calles empedradas o de tierra, unas setas… esas cosas que desde la lejanía se añoran tanto.

Concha e Isabel han ido a coger setas. El níscalo es la especialidad en el monte soriano, ese exquisito manjar tiene un especial sabor a la buena tierra que las hace únicas, y las setas (en este caso, la seta azul) tienen la finura, que ya desde su color, apunta a la exquisitez

Otro de los placeres de las setas sorianas está en ir a cogerlas, el aire puro del monte pinar es, oxigenarse, es limpiarse los pulmones, y es recrearse en la limpieza del monte, al que los sorianos miman, cuidan como un gran parque para disfrute de todos.

…Rello. Entre los ríos Torete y Escalote, este último encauzado a lo largo de la muralla, fiel servidor del pueblo.

Un pueblo para soñar, para añorar el sabor antiguo de pueblo medieval, pueblo con una impresionante muralla de piedra que aprovechando la montaña, hace que sea una mezcla entre la mano del hombre y la fuerza de la madre naturaleza, guardando celosamente toda su historia, todo su sabor. Entre otros, un pequeño castillo, un rollo jurisdiccional de hierro, puertas de arquería noble… restos de historia que se mantienen en pié, desafiando al tiempo.
En sus montes, zorros y jabalíes conviven con los buitres que, desde sus cuevas altas vigilan con su impresionante olfato carroñero.

Sus tierras, donde el cultivo de cereales las hace mágicas a la visión de los visitantes, ya sea con el verde en primavera salpicado de amapolas ó el rubio en verano entre hermosas espigas que, más tarde, serán nuestro pan, dejando los rastrojos para que el sol los acaricie y brillen como briznas de oro, donde las flores de lavanda y manzanilla aparecen entre ellos, mostrando ese otoñal y hermoso tapiz natural.

Es un pueblo tan impresionante que, paseando por sus calles, retrocedemos mil años, o ganamos mil años que teníamos olvidados en el tiempo.

Sus gentes, de pura raza, cuentan sus historias, sus leyendas, sus trabalenguas, y mantienen intactas sus costumbres, amasan su pan, recogen su miel, cazan sus liebres, conejos, jabalíes…Y sobre todo, cuidan su pueblo y sus tierras, vigilan que cada piedra continúe en su sitio para no romper su historia.

De Rello es esta foto que mis amigas me han mandado, este precioso gallo, como ven, está en plena libertad.

Este hermoso gallo, ajeno al éxodo de los habitantes de Rello cantará al salir el sol para despertar a los pocos vecinos que quedan, apenas seis familias, casi todas emparentadas entre sí, que cuentan entre todas, una treintena de personas dedicadas al cultivo de sus campos y su ganadería.

Nada añoro más que ser despertada por el canto del gallo, mientras tras los viejos cristales, sujetos entre las rústicas maderas de diminutas ventanas cuadradas, las nubes van deshojando copos de nieve que, silenciosos, van cubriendo el paisaje con el manto blanco invernal.

… Escuchar el gruñir del cerdo, el mugir de la vaca, el melódico relincho del caballo, el cansino rebuzno del humilde y entrañable burro, el cacareo de las gallinas, y el pío pío de los polluelos, mientras el reloj de la iglesia toca las horas y los cuartos, todo me llevan a mi infancia, a mi adolescencia, a mis primeros sueños de juventud, al baile con música de gramola, a ir a la fuente a por agua, mi primer suspiro, mi primera poesía.

¡Gracias! Por traerme tan hermosos recuerdos en forma de setas y de este precioso animal madrugador.

La leyenda dice -El rollo de Rello es de yerro – un trabalenguas que las gentes de por allí conservan contándolo de abuelos a nietos. Yo, a la vista de este gallo amplío la oración y digo… El gallo de Rello, el pueblo que tiene el rollo de yerro (hierro).

Uno de mis anhelos es pasar mi último tramo de vida en un pueblo de las tierras sorianas como Rello, Caltojar, Berlanga, es como desandar el camino, donde ahora, parte de mi corazón está enterrado bajo esas tierras, Berlanga…volver a casa.

Isabel

jueves, 30 de octubre de 2008

Otoño: La caída de la hoja

Hoy he paseado por el parque Can Vidalet, otoño, es la estación en que los árboles presentan esa imagen dorada y de embrujo que me inspira a soñar.

Miro caer las hojas y pienso que, ese árbol de hoja caduca, a cumplido su ciclo anual de frondosidad. Ahora ya no es necesaria su sombra y, discreto y silencioso, se desnuda y duerme hasta que de nuevo nos sea necesario, es la naturaleza tan sumamente bella que en todo momento nos ofrece sus encantos, y sin perder un ápice de su hermosura nos regala aquello que en cada momento necesitamos.

En mi paseo, me he sentado a descansar junto a un tronco de corteza desquebrajada y reseca, pero sé que en la próxima primavera, este tronco aparentemente muerto, volverá a brotar y volveremos a buscar su sombra y admirar la frondosidad de sus ramas, es ese corazón de madre naturaleza que nunca nos abandona, en sus raíces llevará la sabia y otros árboles le tomarán el testigo y nos darán el oxígeno necesario, la sombra, la humedad, y el aliento para vivir, ese aliento que hoy me faltaba. Y digo me faltaba por que en este descanso, en que me detengo para descansar el cuerpo, simultáneamente entro en reflexión y ordeno ideas y situaciones, por tanto, recobro ese ritmo tan necesario en cuerpo y mente.

En esta reflexión, el corazón se ensancha, la sensibilidad aflora y nos inunda de pasajes de nuestra vida guardados en los pliegues del tiempo, todos hermosos, todos únicos, todos de esa pureza exenta de rencores, para poder formar con todos los retazos de nuestras vivencias, nuestra historia, y como queremos que sea la más humana y la más bella, nos inclina a mejorarnos, a humanizarnos, a sensibilizarnos, en definitiva, a colaborar en un mundo mejor.

Nada más triste que llegar al último tramo de nuestra existencia y mirar nuestras manos vacías, sin nada que ofrecer y sin nada por recibir a la hora de entregar el testigo.

Creo que a la vida llegamos para algo más que para vegetar, creo que estamos obligados a hacer camino, adornarlo y disfrutar en la andadura… El premio es, pasar a nuestra vejez con la tranquilidad del deber cumplido. Nada más hermoso que contarle a nuestros nietos que fuimos jóvenes, que maduramos y envejecimos llenos de vida, que llenamos las páginas de nuestro libro sin dejar espacios en blanco ni borrones para encubrir aquello que queramos ocultar, si tenemos que pedir perdón que sea con humildad, si tenemos que perdonar, que sea desde el corazón.

Recostada en el banco de madera, los recuerdos me llevan a escenarios dibujados con
sonrisas y lágrimas, todo tiene algo de hermoso y de triste, es el Yin Yang de nuestra existencia, pero al llegar al final todo se unifica en ese equilibrio llamémosle, natural de vida, donde, ni todo son flores ni todo son espinas. Lo importante es saber aceptar lo que en cada momento la vida nos ofrece.

Hecho una última mirada a este hermoso parque, hoy, de hojas amarillas y marrones y un suelo poblado con todas ellas. Tal vez no regrese hasta la primavera, en que este será otro escenario, las hojas brillaran los pájaros ocuparan sus copas y sus trinos borraran el silencio.

Yo doy gracias a la vida, por cuanto me ha dado, pero por lo que más agradecida estoy es por cuanto he vivido, si de algo tengo que hacer gala es de haber sabido sacar provecho de ella.
En el amor, he amado y me he sentido amada intensamente, aunque todo tiene su fin, me siento privilegiada por haberlo vivido, de todo quedan ondas que se escuchan en el aire y en él viajaran indefinidamente.

… En la edad dorada

Como si un fogonazo me hubiese deslumbrado, en mi retina, una imagen arraigada y bella se resiste a desconectar unos caminos andados y desandados.

Tristemente en la sociedad que vivimos, estamos sujetos a unos cánones, a una regla ó modo de vida en la que se deshecha lo que no reúne los requisitos exigidos.

En el tema que me ocupa, lo tristísimo es que se dobleguen los sentimientos, los valores humanos no tienen lugar si no llevan el consiguiente certificado académico,

No estamos para perder tiempo en cosas que puedan perjudicar nuestra imagen, no me puedo detener en una persona que no esté a mi altura sociocultural, sólo es una atracción física, ¡Ni eso! Solo es una necesidad fisiológica que se soluciona al amparo de cuatro paredes.

La noria gira y gira a impulsos de nuestra energía…pero ésta un día se para, nuestra vida profesional activa está toda escrita, ya otros jóvenes empujan, aprenden del papel, ése era nuestro objetivo. Misión cumplida.

Se llega a la edad madura, aún nuestra mente está clara, nuestros sentidos funcionan, es tiempo de vivir nuestro último tramo, recordamos que en lo personal tenemos un corazón amordazado y es hora de darle libertad, y libremente decidimos comenzar otra vida donde entre en práctica el sentimiento y la necesidad humana de compartir el resto de nuestra vida en compañía.

¿Qué será de aquella chica/o? … no, no, no voy a rebajar mi estatus, mi prestigio que tantos años y sacrificios me ha costado alcanzar.

Y de nuevo, el hombre/mujer, es apartado por la misma circunstancia, no cabe en el contexto sociocultural establecido.

Pero, aún se llega a otra etapa donde, necesariamente, necesitamos a alguien a nuestro lado, ya fuera de prejuicios y niveles, alguien que comparta, que entienda nuestro lenguaje, nuestras necesidades longevas. Un poco tarde nos damos cuenta que tan ocupados hemos estado en acumular vida, que nos olvidamos de vivirla ¡Nos han vivido nuestra vida!

Aquí, aquella mujer/hombre sí nos puede servir, estamos en el mismo nivel con las mismas necesidades y las mismas aspiraciones de, amor, paz, y tranquilidad. Aquí recuerdo una película humana y bellísima, en la que quisiera ser uno de sus protagonistas, Catharine Hepburn y Henry Fonda - En el Estanque Dorado- de Mark Ridell. Película hermosa donde las haya. Aquí Mark Ridell se ha recreado ofreciendo un guión de una pureza de sentimientos límites, nada más hermoso que vivir los dorados años en esa abundancia de amor y entrega, son esas imágenes que nos invita a la reflexión.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Vida y Verdad

Hoy una vez más necesito evadirme de las angustias, nada mejor que leer a Cervantes y reír con el caballero de la triste figura (reír y emocionarme) es una terapia que me da buenos resultados. A veces pienso que yo soy un poco quijotesca, es decir un poco loca, ida, en definitiva, Isabel, pero me consuelo pensando que, si loco es hacer aquello que no es normal ¿por qué tengo que ser normal, haciendo lo que todos hacen? Creo que eso mermaría mi personalidad, creo que soy coherente conmigo misma, entonces ¿de qué parte está aquí la razón ó la locura? ¿La realidad ó la irrealidad?

Lo cierto es que me lo paso bien leyendo Don Quijote de la Mancha, con sus metáforas surrealistas y sus locuras (de las que tan faltos estamos) vivimos tan pendientes de hacer lo que está mandado, que nos olvidamos de vivir lo que nos dicta nuestro yo.

Me emociono con el personaje, creo que es la pura razón, la realidad personificada.
La humanidad andante y parlante, ó yo estoy más loca de lo que creo.
Igual me ocurre con Sancho. Y aquí me pierdo, porque ¿Cómo puedo ver a dos personajes, tan dispares, y tan iguales? Pienso que la cualidad que los unifica es, la humanidad, en un escenario lleno de vida y verdad.

Morir de amor, morir de frío

Nati y Elisabet trabajaban en el mismo Hospital. Nati era enfermera y Elisabet se ocupaba de la farmacia del Hospital.

Eran pareja en los años cuarenta, recién terminada la guerra civil española, su relación la mantenían en sumo secreto. Aún sabiendo que sus amigos y vecinos lo sabían. Ellas nunca lo confirmaron… en aquellos tiempos el colectivo gay estaba perseguido y castigado. Vivían juntas y eran queridas poR su buen hacer y entrega por los más necesitados en el hospital. Estaban muy consideradas por todo el personal sanitario.

Fueron muchos jóvenes a los que Nati ayudó, los presentaba a los médicos como sus sobrinos y alegando diversos problemas, de pies planos, defectos visuales, o de huesos, se las ingeniaba para liberarlos del servicio militar, pues sabía que eran el único sustento para sus familiares.

Los médicos recelaban de tanto sobrino o primo, y en ocasiones le decían: “Hay que ver Nati, que medio Jaén está emparentado contigo”. Pero hacían la vista gorda y les daba el certificado de NO APTO para el servicio militar porque sabían que Nati era buena y el motivo era siempre el mismo, la gran miseria que la guerra nos había dejado.
La lucha por subsistir en medio de tanta pobreza, hacia falta cultivar las tierras y paliar el hambre en sus casas.

Elisabet, era hacendosa en la casa, llevaba ésta con esmero y pulcritud, hacía la compra y la cocina, siempre callada, responsable… Amaba a Nati con el corazón y el alma.

Nati se ocupaba de su trabajo y como he dicho de sus buenas obras, pero al llegar a casa –vivían juntas- llamaba con su vozarrón a gritos a algún vecino, para echar un cigarro o un vaso de vino, y hacer la partidilla de cartas o dominó.

Era alta y con andares un tanto masculinos y desgarbados. Elisabet por el contrario, era menudita y de porte femenino. Su cara estaba marcada por unas cicatrices, consecuencia de las quemaduras, que sufrió en el incendio de teatro de Novedades en Madrid. Las dos adoraban a los niños y, a los de sus vecinos, les gustaba pasearlos y sacarlos a tomar el sol. Entre la pareja había respeto y complicidad, salían de casa juntas para ir al hospital Elisabet vestía elegante, si. Si era invierno lucía un abrigo de astracán, que aunque gastado por el uso, ella lo sabía llevar con elegancia, en verano, solía llevar faldas rectas con blusas bordadas ó con encajes de guipur y zapatos de tacón.- Se notaba que había vivido en la alta sociedad. Nati por el contrario, solía llevar pantalones anchos y cazadoras. En verano vestidos anchos con canesú y zapatos bajos.
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Su empleo en el hospital, les permitía vivir económicamente bien, pero Nati no tenía límites para ayudar a tanta gente como lo necesitaba, tantas mantas como Elisabet compraba, tantas como Nati regalaba, la despensa que Elisabet llenaba, Nati se encargaba de vaciarla, todo lo regalaba a cualquier persona, de la vecindad. Como todo tiene un límite, Elisabet se quejaba, su economía se resentía, y poco a poco la convivencia también.

Nati no podemos continuar así (decía Elisabet) Son mucha gente la que pasa hambre, el trabajo escasea y el que hay, está mal pagado, los terratenientes acumulan riquezas, mientras los jornaleros apenas cobran para dar de comer a su familia, que cada día crece y cada vez son más las bocas que alimentar, sus mujeres van a lavar las ropas y limpiar las casas de sus amos por tan sólo media libra de pan y dos arenques. Los niños pasan hambre y frío. En los hospitales cada vez hay más tuberculosos, y los mutilados de guerra cobran una mísera paga que no les da para vivir. Nosotras solas no podemos arreglar todo, es el gobierno quién tiene que solucionar este desastre, poner remedio.

Nati le contestaba –Mientras yo vea pasar frío a un niño, y en mi casa quede una manta, esa manta es pera él- Elisabet bajaba la cabeza y se marchaba diciendo – Esto no podemos arreglarlo nosotras, apenas nos queda dinero para pasar el mes, el invierno está cerca y se presenta crudo, pasaremos frío por tu desmedida.

Después de muchos años, la pareja se separaba, Elisabet se marchó. Nati entró en una depresión y pasó del vaso de vino después del trabajo a la botella antes del mismo. Se convirtió en alcohólica irreversible. Cesó (o la cesaron) en el hospital.
Los amigos y vecinos nada podían hacer por ella y veían con gran tristeza cómo una persona tan valiosa y buena terminaba en un estado tan lamentable. Su casa antes tan limpia estaba dejada y sucia, su despensa vacía, y su cama sin mantas.

Un día de crudo invierno una vecina que extrañándose de no verla la llamó, no tuvo respuesta. La puerta estaba abierta, la luz encendida.

Entró temiendo lo peor. En la cama acurrucada, entre las sábanas negruzcas y malolientes, estaba Nati, nada pudo hacer. En la mesita de noche una botella vacía, junto a una foto de Elisabet y Nati con sendas batas blancas sonrientes, en aquellos tiempos en que pese al hambre y la miseria, ellas eran felices.

Silencio

Tres días sin lucir el sol, la luz que alumbra mi existencia:
Intento ver mi cielo azul ó, el negro intenso de un cielo estrellado.

Compulsivamente abro el correo, cargo en exceso el móvil, nada, el silencio pesa como plomo, este silencio en el que tan a gusto me he encontrado siempre. Es un estado desconocido hasta ahora para mí, y ¡Como pesa!

Hace unas horas se han cumplido cuarenta y tres años que con ilusión de niña (lo que era) salí del regazo de mis padres para vivir mi vida junto al hombre que amaba, comenzamos a construir nuestro hogar, llenos de ilusiones, con dificultades pero sin desfallecer, procurábamos que nuestro edificio fuese sólido, estaba cimentado en el amor… Pero se fueron formando alrededor unas nubes que en principio, parecían blancas y sin más amenaza que el sobresalto de ver motas de algodón en nuestro cielo azul, pero se fueron haciendo grises, plomizas, hasta descargar la tormenta, con fuerte carga eléctrica y lluvias torrenciales que, asolaron nuestras esperanzas de mantener en pié lo que con tanto primor habíamos comenzado a construir.

En medio del dolor y la desolación, comencé la difícil tarea de rescatar restos de mi historia, y con ello, dar una muerte digna a lo que con tanto amor habíamos construido, lo limpié del color gris del barro y lodo, lo pulí, lo abrillanté y lo dejé cerrado a cal y canto en lugar seguro. Nada mejor que entre mi alma y en lo más profundo de mi corazón… Y allí reposa, intacto como el primer día.

Deambulé por los caminos de la supervivencia partiendo de cero, sin más experiencia que lo que mis sentimientos me dictaban.

En medio del pedregal mundo, mi alma desnuda sufría las punzadas de los puntiagudos guijarros, seguí senderos y caminos sin apenas detenerme más allá de lo necesario, para seguir tirando, para sentirme viva en ese deseo imperioso y humano de calor y comprensión.

En una ladera encontré un árbol repleto de savia, sus largas ramas estaban cubiertas de hojas y brotes en medio del desolador escenario, lucía con ambición y fuerza, quería cubrir al mundo, protegerlo de las alimañas que acechaban los caminos y amordazaba un mundo que empezaba a cambiar su decorado.

Enraizó con inteligencia y valor, y comenzó a desarrollar y convertir el pedregal en lugares de ensueño, llenó de luces los caminos, modeló ciudades y renovó ideas, suavizó sombras, borrando los cuerpos opacos y mostrando el brillo de sus interiores.

Quedé atrapada, escondida en un pliegue de su mundo, tan fascinada que, el amor fue instalándose en mi corazón, y germinando día tras día, año tras año.

Si necesitó hombro, quise ser hombro, si necesitó, cuerpo, fui cuerpo, si necesitó ilusión, fui ilusión, ahora necesita silencio y soy silencio.


… Pero además de todo eso, soy persona, y las personas tenemos la necesidad de compartir, descargar nuestras emociones en algún lugar. Yo elijo mi diario, mi más fiel confidente, quien en estos momentos enjuga mis lágrimas.

Y este amor que desde el año 86 del pasado siglo he tenido aprisionado en mi corazón, ha generado un sentimiento tan puro que sin darle nombre sé que es, el amor del amor mismo, por que no hay posesión, no hay cuerpo, solo hay un sentimiento profundo.

Me invade una cierta nostalgia el pensar que algo que pudo haber sido pero que nunca será. Motivos… diversos, claramente entendibles para él y para mí, sin necesidad de palabras.

Ello no me impide sentirme privilegiada por poseer en mi corazón ese hermoso edén donde, instalé el tronco del que parten todos mis sentimientos.

Unos sentimientos encaminados hacia el deseo imperioso de que el árbol que amo y admiro, consiga todos sus anhelos y un amor similar al que, con celo, mantengo y protejo en mi corazón. ¡Sería una dualidad maravillosa y extrema!

martes, 16 de septiembre de 2008

Luz de la oscuridad

Se inunda mi almohada de sueños y colores
Que empujan a la noche sigilosa
Rota en mil partículas de silenciosas luciérnagas
Que me arrastran a los confines, más allá del mundo.

Al recuerdo, una aureola lo distingue de las demás estrellas
Tú y yo, nos escapamos detrás de él
Igual que fugitivos
Mientras el mundo duerme.

Pitiminí

Era un frío día de invierno, la nieve cubría calles y tejados, en los bosques los árboles alargaban sus rama cubiertas con el manto blanco y parecían fantasmas dispuestos a lanzarse sobre los pájaros que ateridos buscaban donde cobijarse.
La nieve acrecentaba el silencio de la noche, en las casas las vigas se resentían del peso de sus tejados y gritos de madera encogían el corazón de los habitantes, la noche era larga y fría.
En una casa de muros de piedra, grandes vidrieras y patios empedrados, donde en uno de ellos, una fuente manaba agua sin descanso, una piedra cóncava hacía de caño proyectando el choro sobre otra enorme piedra hoyándola con su insistencia hasta formar un pilón que servía de lavadero y bañera, el agua salía caliente dentro del frío glacial. Las mujeres se movían con diligencia de la cocina a la gran sala que hacía de dormitorio, en la cama de hierro, una mujer se cogía a los barrotes buscando su fuerza.
Un grito en medio de la noche anunciaba una nueva vida. El llanto de Pitiminí sonó con fuerza en la blanca noche. Las mujeres llenaron con una jarra de porcelana la palangana del mismo material, que estaba encastrada en un lavabo de madera con un espejo basculante y sumergieron a la criatura que al contacto con el agua abrió los ojos a un mundo frío y lleno de necesidades, mientras en una esquina de le amplia sala, un hombre con una paleta de hierro se afanaba por remover las desmayadas ascuas de un brasero para dar calor a la criatura sin conseguirlo, pues a mitad de camino, el calor era consumido por el frío que irrespetuoso, se colaba por las rendijas de la cancela.
La niña fue envuelta en unas toscas ropas mientras la nieve seguía cayendo helando la carita de la criatura que dejaba de ser roja y encogía el cuerpecito tembloroso
Pitiminí ponía todas sus fuerzas en mamar los pechos que se le aparecían salvadores pero tardaría tres días con sus tres noches para recibir el mágico alimento de los calostros que dieran calor a su cuerpo, y la aliviaran del intenso frío que la hacía temblar y la encogía y encogía haciéndola un ovillo.
El invierno se alargaba mientras Pitiminí decrecía, tanto, que apenas era un corazón envuelto en una translúcida piel. Atrofiado su crecimiento Pitiminí se veía obligada a esconderse por los rincones para no ser pisada por cualquier persona ó cosa que pasara por su lado, el hombre que movía el brasero, calentaba sus manos grandes y endurecidas de callos por el rudo trabajo en las tibias brasas hasta casi quemarse, y cogía a la criatura entre ellas para aportarle calor, mientras le enseñaba a leer y escribir. Un día le enseñó una maleta de cartón con rayas, atada con una correa y una hebilla como cierre, y sacando unos libros manuscritos le dijo. Ten estos libros, son de grades maestros de la poesía, aprenderás mucho de ellos.
Pitiminí se aficionó a la lectura con aquellos libros llenos de maravillosas metáforas y gritos desgarradores, todo su ser reducido por el frío a un corazón envuelto en una piel vibraba con los poemas de amor y los gritos de denuncia. Las plumas de Antonio Machado Federico García Lorca y Miguel Hernández plasmaron el amor y el dolor con fuerza de platino que el plomo no pudo agujerear
Cumplidos los catorce años Pitiminí sintió la curiosidad de asomarse al mundo que se filtraba por los cristales de la cancela de aquella casa de fríos muros de piedra. Fue a orillas del río Duero donde el diminuto ser abrió los enormes ojos, deseosos de absorber vida y calor. El maravilloso paisaje acarició su corazón y se sentó junto a un álamo, la hierva y el musgo la hacían casi invisible entre su espesor. Pitiminí respiró un rayo de Sol que se filtraba entre las copas de los álamos, mientras las aguas corrían con suave murmullo inundando su espíritu con la fuerza de la naturaleza, e impulsada por un deseo de sentirse mecida por aquellas aguas, tiró una rama y subiendo sobre ella se aventuró por la suave corriente sintiéndola como el canto de una nana, pasó –entre San Pol y San Saturio, donde el Duero hace su curva de ballesta en torno a Soria – (A. M.) y en un remanso donde las aguas entran para descansar de su largo recorrido Pitiminí se apeó de la rama para seguir disfrutando de aquel entorno de ensueño y cantos que la pluma enamorada le mostrara en aquellos manuscritos.
Fue en ese momento donde un joven reparó en ella ¿Qué es esto? Dijo el joven cogiendo entre sus manos a la diminuta criatura, La dureza de unas manos ásperas y llenas de cicatrices de sabañones que el invierno había dejado, dañó su frágil piel
¡Ay! Me haces daño.
-Que cosa más rara.
-El muchacho examinó con atención aquél diminuto ser de apenas un corazón con dos enormes ojos envueltos en una fina piel, incapaz de determinar su origen pensó que era un capricho de la naturaleza irracional, una especie desconocida, sin dejar de acariciarlo, lo metió en el bolsillo de su camisa y se dirigió hacia su moto.
Pitiminí se sintió a gusto y se acurrucó dentro del bolsillo, tan pegada a la piel del muchacho que escuchó que otro latido se confundía con el suyo, se sintió tan a gusto que quiso instalarse allí de por vida.

El joven aparcó la moto en el garaje de una enorme construcción con apariencia de palacio sin ningún confort, unas columnas que querían demostrar poderío, en realidad era un pobre proyecto que no encumbraba a su arquitecto. El joven subió a su habitación y dejó a Pitiminí sobre un viejo cojín que había servido de cuna a una fiel perrita que murió de la ingesta de las setas que le daban para probar si eran venenosas.
El joven se marchó con los amigos olvidándose de Pitiminí que temblaba de frío, tanto, que se decidió por escalar las patas de hierro de la cama y resguardarse bajo la almohada, quedándose dormida hasta que el chirrido de la puerta la despertó. El joven miró el cojín que estaba vacío y tras echar una ojeada por la habitación, pensó que el animalito se había escapado y sin más preocupación se metió en la cama.
Pitiminí notó la plácida respiración del sueño del chico y acercándose a su oído le preguntó.
-¿Cómo te llamas?
- El joven la escuchó entre sueños, y en medio del sopor contestó
- Loveless, y tú
-Pitiminí
-Nunca he visto un ejemplar tan raro, y tu latido suena grato
-Soy de tu misma especie, pero el frío atrofió mi crecimiento mermando mi cuerpo a la más mínima expresión, las emociones me golpean fuerte en el corazón que sin protección, ocupa todo mi ser
-Yo tengo las mías ocupadas en proyectos de futuro, quiero irme a Cataluña, probar fortuna y llegar a lo más alto de la cima
-La fortuna es saborear la felicidad que te dan las pequeñas cosas de la vida y que tantas veces despreciamos detrás de algo que nunca conseguimos, la cima en estos casos, es un horizonte sin fin, la ambición de los seres humanos debería ser en pos de la felicidad del mundo, de la paz, de la igualdad de condiciones, pero olvidamos todo aquello que llevó a García Lorca a los barrancos de Sierra Nevada a Miguel Hernández a cantar las Nanas de la Cebolla, a Machado a emprender el –Camino ligero de equipaje- sin los olores ni colores de los campos de castilla. Nos olvidamos de los niños huérfanos que entre los despojos de la guerra se habrían camino para subsistir en medio del plomo y sus soledades
-Todo eso pasó y ya no tiene remedio, hay que mirar al frente y procurarse un futuro mejor y buscar cada uno su felicidad
-Pero la búsqueda individual no es sino el lucro de unos cuantos, y el infortunio de todos
- Cállate que tú no sabes ni entiendes nada.
Pitiminí cayó, pero ella sí sabía, los gritos de aquella maleta de cartón los tenía clavados en su corazón, un corazón que el frío de la posguerra había dejado sin protección. Se acurrucó de nuevo bajo la almohada sin dormir durante horas.
Por la mañana el joven pensó que había tenido un sueño y buscó a aquella diminuta criatura hasta encontrarla dormida bajo su almohada, la cogió con cuidado y la llevó a la cocina, la puso sobre una silla y le dio sopas de leche que confortaron a Pitiminí, miró al chico con gratitud y dijo
-Gracias-
- Que extraño, eres una mezcla de ser racional e irracional, esta noche he soñado que teníamos una conversación con opiniones encontradas, tu actitud era humana pero con ella no se llega a ninguna parte.
Pitiminí no le sacó de dudas, terminaron el desayuno y Loveless se marchó a trabajar poniendo a la criatura de nuevo bajo su almohada.
Por la tarde Loveless llegó y fue derecho a recoger a Pitiminí que tras deambular por la casa, cuando ésta estaba sola, se había aseado y perfumado.
Pitiminí agradeció el calor de las manos del joven Loveless y comió con ganas el picadillo que éste le puso en un pequeño plato junto al suyo. Después el joven se sentó en su mesa de despacho y se enzarzó con sus planos y cuentas, poniendo sobre el escritorio al diminuto ser que comenzó a sentirse a gusto. Esta noche Loveless no salió y se fue a dormir pronto, no había dormido bien por la conversación (que él creyó soñar) y tenía sueño.

Pitiminí escuchó el sueño profundo del joven durante horas, después se quedó dormida hasta que Loveless se removió en la cama para quedar dormido de nuevo. Pitiminí siguió despierta y los sueños de adolescente la inundaron con hermosas metáforas. Acercándose al oído de Loveless le dijo.
- ¡Hola! Anoche me quedé triste por tu concepto de vida, creo que lo tienes equivocado, los grandes maestros lo escribieron con sangre en aquellos manuscritos y yo no quiero que sus palabras sean estériles, aprende a escuchar al corazón para poder disfrutar en la escarpada a la cima, de lo contrario llegarás a ella y solo hallaras una gran soledad rodeada de una riqueza material que no aporta felicidad, por el contrario verás otra cima y otra y otra, nunca llegarás a encontrar el fin, hasta que veas con desaliento que tu vida se ha consumido en la búsqueda de un imperio volátil y vano, exento de valor emocional, lo realmente hermoso es conocer el cauce de las emociones sin obstruir sus albuferas con cemento y ladrillo que es perecedero si no lleva consigo el color y sabor de trabajar para construir un mundo mejor de justicia y amor.
-Eso suena bien pero es novelesco y no te saca de apuros, de miseria. Yo trabajo doce horas y otras doce pensando, no tengo tiempo para perderlo pensando en la felicidad de los demás, que cada uno se preocupe de la suya
-La suya será la que al final de tu vida te aporte paz, hay que ir haciendo historia, adornarla y laurearla-Caminante no hay camino se hace camino al andar- .En la escalada a la cumbre ve dejando los hoyos para que los que vienen detrás puedan agarrarse y seguir tu andadura.
-Cállate que tú no sabes nada de la vida.
-Se todo lo que los grandes maestros dejaron escrito. Efectivamente no se mucho de otras cosas, pero tú me puedes enseñar
-Mi tiempo es muy caro, no puedo perderlo con pequeñeces.
Pitiminí sintió su corazón golpeado y tuvo miedo de que éste también decreciese con la insensibilidad de Lloveless, pero un sentimiento poderoso había despertado que le iba a hacer muy difícil el camino.

Loveless terminaba de llenar el maletero de su coche para emprender el camino hacia la cima soñada, dudaba en poner a Pitiminí junto al Duero donde la había encontrado, le creaba remordimientos de conciencia en lo que él creía que era en sueños, pero optó por ponerla en el bolsillo de su camisa y llevarla con él.
Pasaron los años y una nueva vida se habría ante los dos jóvenes. Pitiminí bien comida y bien abrigada comenzó a crecer lentamente, la piel fue cogiendo cuerpo hasta convertirse en una joven de mediana estatura, Loveless no controló el sentimiento que iba creciendo hasta que se instaló con fuerza en el corazón del joven aventurero que ya la fortuna empezaba a sonreír, colmando a Pitiminí de comodidad, viajes y caprichos.
Fue pasando el tiempo, y la joven no se sentía a gusto en la sociedad que Loveless la
internaba, sentía frío en el corazón y éste comenzaba a languidecer.

La frivolidad de las gentes, el lujo y el desamor corría por su entorno, construyendo un muro entre sus sentimientos y el mundo que le tocaba vivir. Se sentía desplazada, incómoda, y el frío de la casa de muros de piedra de nuevo se metía dentro de su ser, velando sus emociones antes vivas y llenas de esperanza. Los gritos de denuncia de los manuscritos los escuchaba cada vez más lejos.
Loveless seguía escalando, buscando la cima y necesitaba un resorte que le catapultase a ella. La filosofía de vida de Pitiminí era la tela de araña que Loveless trataba de arrancar, sin conseguir más allá de un silencio incómodo y doloroso.
Pitiminí quería sentir de nuevo las voces de la maleta de cartón que habían sido su pigmalión, necesitaba seguir su camino de denuncia y entrega.
Pitiminí se quedó a orillas del río Llobregat mientras recordaba las márgenes del Duero y sus álamos –Álamos del amor que ayer tuvisteis de ruiseñores vuestras ramas llenas. Álamos que seréis mañana liras del viento perfumado en primavera. Álamos de las márgenes del duero conmigo vais mi corazón os lleva-(A.M.)

Otros álamos, otros montes, otros ruiseñores y otro río se instalaban en su corazón, que volvía a latir con fuerza renovada. Quedaba mucho por hacer –Caminante no hay camino se hace camino al andar, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.