jueves, 30 de octubre de 2008

… En la edad dorada

Como si un fogonazo me hubiese deslumbrado, en mi retina, una imagen arraigada y bella se resiste a desconectar unos caminos andados y desandados.

Tristemente en la sociedad que vivimos, estamos sujetos a unos cánones, a una regla ó modo de vida en la que se deshecha lo que no reúne los requisitos exigidos.

En el tema que me ocupa, lo tristísimo es que se dobleguen los sentimientos, los valores humanos no tienen lugar si no llevan el consiguiente certificado académico,

No estamos para perder tiempo en cosas que puedan perjudicar nuestra imagen, no me puedo detener en una persona que no esté a mi altura sociocultural, sólo es una atracción física, ¡Ni eso! Solo es una necesidad fisiológica que se soluciona al amparo de cuatro paredes.

La noria gira y gira a impulsos de nuestra energía…pero ésta un día se para, nuestra vida profesional activa está toda escrita, ya otros jóvenes empujan, aprenden del papel, ése era nuestro objetivo. Misión cumplida.

Se llega a la edad madura, aún nuestra mente está clara, nuestros sentidos funcionan, es tiempo de vivir nuestro último tramo, recordamos que en lo personal tenemos un corazón amordazado y es hora de darle libertad, y libremente decidimos comenzar otra vida donde entre en práctica el sentimiento y la necesidad humana de compartir el resto de nuestra vida en compañía.

¿Qué será de aquella chica/o? … no, no, no voy a rebajar mi estatus, mi prestigio que tantos años y sacrificios me ha costado alcanzar.

Y de nuevo, el hombre/mujer, es apartado por la misma circunstancia, no cabe en el contexto sociocultural establecido.

Pero, aún se llega a otra etapa donde, necesariamente, necesitamos a alguien a nuestro lado, ya fuera de prejuicios y niveles, alguien que comparta, que entienda nuestro lenguaje, nuestras necesidades longevas. Un poco tarde nos damos cuenta que tan ocupados hemos estado en acumular vida, que nos olvidamos de vivirla ¡Nos han vivido nuestra vida!

Aquí, aquella mujer/hombre sí nos puede servir, estamos en el mismo nivel con las mismas necesidades y las mismas aspiraciones de, amor, paz, y tranquilidad. Aquí recuerdo una película humana y bellísima, en la que quisiera ser uno de sus protagonistas, Catharine Hepburn y Henry Fonda - En el Estanque Dorado- de Mark Ridell. Película hermosa donde las haya. Aquí Mark Ridell se ha recreado ofreciendo un guión de una pureza de sentimientos límites, nada más hermoso que vivir los dorados años en esa abundancia de amor y entrega, son esas imágenes que nos invita a la reflexión.

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